La identidad de España ha estado marcada históricamente por reyes, dictadores, grandes estadistas y la influencia de otras culturas y civilizaciones. Ello probablemente ha condicionado enormemente que desde el restablecimiento de la democracia esta cuestión haya estado continuamente en discusión: qué es España, y qué queremos que sea. Qué rasgos nos distinguen y definen respecto a otras naciones.
En España de siempre hemos estado fascinados con las figuras personales que han gobernado el país: Isabel la Católica, Primo de Rivera, Azaña, Felipe II, Alfonso X, Francisco Franco, Adolfo Suárez, etc. Siempre hemos tenido, con alguna excepción, quién decidiera por nosotros, el pueblo, y nos hemos acostumbrado a ello. No ha habido verdaderas y profundas revoluciones en las que el pueblo reaccionara para defender su visión de la identidad de la nación. Y a esto se añade, la influencia de otras civilizaciones como celtíberos, visigodos, cartagineses, romanos, musulmanes, judíos, que tanto han contribuido a definir y enriquecer nuestra cultura.
En la actualidad, Francia, EEUU, Reino Unido, Italia, Irlanda, Brasil, Japón, Argentina, etc., todos tienen unas señas de identidad muy definidas alrededor de las cuales sus ciudadanos se sienten representados, orgullosos y unidos.
Pese a los intentos de Felipe González, Aznar y Zapatero por convertirse en esos nuevos, mal entendidos, líderes, la realidad es que desde el fin de la última dictadura, es EEUU quién más define nuestra nueva identidad. Avanzamos imparablemente hacia una sociedad cada vez más estándar e impersonal, consumista, violenta, dependiente y obsesionada con la riqueza material y de la imagen, así como entregada sin reservas a la adaptación al cambio. Cambios que precisamente origina en buena medida la 1ª superpotencia mundial. Si comparamos el escenario de hace unas décadas con el actual, nos damos cuenta que ya cada vez resulta más difícil diferenciar un área comercial, un programa de televisión reality o concurso, un anuncio para unirse a las fuerzas armadas, el atuendo de los jóvenes, cines y coches tuneados, de cualquier ciudad de EEUU con las que se encuentran en una ciudad española.
En España de siempre hemos estado fascinados con las figuras personales que han gobernado el país: Isabel la Católica, Primo de Rivera, Azaña, Felipe II, Alfonso X, Francisco Franco, Adolfo Suárez, etc. Siempre hemos tenido, con alguna excepción, quién decidiera por nosotros, el pueblo, y nos hemos acostumbrado a ello. No ha habido verdaderas y profundas revoluciones en las que el pueblo reaccionara para defender su visión de la identidad de la nación. Y a esto se añade, la influencia de otras civilizaciones como celtíberos, visigodos, cartagineses, romanos, musulmanes, judíos, que tanto han contribuido a definir y enriquecer nuestra cultura.
En la actualidad, Francia, EEUU, Reino Unido, Italia, Irlanda, Brasil, Japón, Argentina, etc., todos tienen unas señas de identidad muy definidas alrededor de las cuales sus ciudadanos se sienten representados, orgullosos y unidos.
Pese a los intentos de Felipe González, Aznar y Zapatero por convertirse en esos nuevos, mal entendidos, líderes, la realidad es que desde el fin de la última dictadura, es EEUU quién más define nuestra nueva identidad. Avanzamos imparablemente hacia una sociedad cada vez más estándar e impersonal, consumista, violenta, dependiente y obsesionada con la riqueza material y de la imagen, así como entregada sin reservas a la adaptación al cambio. Cambios que precisamente origina en buena medida la 1ª superpotencia mundial. Si comparamos el escenario de hace unas décadas con el actual, nos damos cuenta que ya cada vez resulta más difícil diferenciar un área comercial, un programa de televisión reality o concurso, un anuncio para unirse a las fuerzas armadas, el atuendo de los jóvenes, cines y coches tuneados, de cualquier ciudad de EEUU con las que se encuentran en una ciudad española.
No hemos conseguido tomar control de nuestro futuro, de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia particular, que nos haya permitido abandonar tópicos o evitar la excesiva influencia extranjera. Seguimos fascinados y a la espera de que alguna figura mesiánica nos lleve de la mano y vuelva a definir nuestro destino.
Lamentablemente, son las iniciativas empresariales y las celebridades artísticas y deportivas en su mayoría (siempre al servicio de este capitalismo voraz y descontrolado del que siempre se benefician los mismos) las que dan a conocer nuestro país al exterior. Sin embargo nuestra riqueza lingüística y cultural y algunas actitudes filantrópicas de nuestra sociedad (donación de órganos, ayuda en emergencias internacionales y cooperación internacional, pacifismo, etc.) por poner dos ejemplos, desgraciadamente acaparan mucha menos atención en cuanto a representatividad nacional fuera de nuestras fronteras.
Necesitamos cambios en el sistema y en los líderes que nos representan, que faciliten, incluso promuevan, la participación ciudadana (especialmente de los jóvenes) a la hora de definir lo que queremos ser como país, a la vez que se respeta y valora la propia identidad de cada nación, realidad nacional, comunidad autónoma o como se las quiera llamar.
Lamentablemente, son las iniciativas empresariales y las celebridades artísticas y deportivas en su mayoría (siempre al servicio de este capitalismo voraz y descontrolado del que siempre se benefician los mismos) las que dan a conocer nuestro país al exterior. Sin embargo nuestra riqueza lingüística y cultural y algunas actitudes filantrópicas de nuestra sociedad (donación de órganos, ayuda en emergencias internacionales y cooperación internacional, pacifismo, etc.) por poner dos ejemplos, desgraciadamente acaparan mucha menos atención en cuanto a representatividad nacional fuera de nuestras fronteras.
Necesitamos cambios en el sistema y en los líderes que nos representan, que faciliten, incluso promuevan, la participación ciudadana (especialmente de los jóvenes) a la hora de definir lo que queremos ser como país, a la vez que se respeta y valora la propia identidad de cada nación, realidad nacional, comunidad autónoma o como se las quiera llamar.
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